La clase trabajadora sostiene el mundo DJ
En su dualidad entre profesión y expresión, el mundo del DJ se mueve en un terreno diferente al de otros artistas. Puede ser eso, artístico por su carga de creatividad en las mezclas y las sesiones; pero el DJ es ante todo un trabajador que se debe a un cometido sencillo: que la gente baile. Y aquí entra todo, desde el selector totalmente comprometido con un sonido minoritario (y atención también escasa) a las decenas de miles de mezcladores que cada semana amenizan clubes, bares, bodas, cumpleaños, fiestas de la cerveza y concursos de lo que sea. Somos la clase trabajadora, el DJ proletario. Me arriesgo al decir que es solo en la música donde noto esa existencia de una working class tan marcada: compartimos escenarios con músicos que curran la semana en zonas turísticas y eventos de pequeño calado.
El viernes pasado, dentro de la celebración de la década en activo de las fiestas Flamingo, se proyectó el documental Manchester keeps on dancing, una canción de amor a la ciudad inglesa como impulsora de sonidos de baile. De Manchester todos recuerdan sus bandas punteras, pero pocos saben de lo avanzado de su propuesta de clubes y diyeis. La pieza de Javi Senz contiene una llamada de atención sobre el DJ currela, el que hace el calentamiento en los clubes de postín antes de la estrella de turno, el que encadena dos clubes y una rave en una noche larga moviéndose en taxis por las calles mancunianas, el que quizá tiene un grupo importante de seguidores en su ciudad, pero ni llena salas ni lo llaman de grandes festivales porque es eso: pura clase trabajadora.
Y somos esos DJ los que sostenemos ese mundo. Los grandes nombres encabezarán Ultras y Tomorrowlands, pero son los trabajadores de base los que manejan las noches por todo el mundo, convierten en tendencia los protoéxitos de los grandes productores, afianzan los gustos del público y perfilan el intercambio entre público y cabina. Somos lo que en definitiva pulimos y reproducimos los centenares de canciones que cada día se editan y que no se convierten en éxitos, otros quedan en nada y algunos se erigen como el arma secreta propia de cada selector.
En un mundo tan ensimismado e individualista como el del DJ, sería un paso enorme que tomáramos conciencia de esa clase trabajadora que somos, que por una vez miremos por encima de nuestras cabinas y mesas de mezclas para descubrir que solo la unión, el apoyo mutuo y la colaboración nos llevarán a ser aún mejores; que el ego, la crítica y la absurda exclusividad individualista es el mal.


